“¡Mamá!” El rostro de Anita se torció por la bofetada, mirando a Loura con incredulidad.
Laura exclamó con ira: “Zorra! ¡Bruja! ¡No tienes derecho a llamarme mamá! Nuestro Tomás debe haber- estado ciego para fijarse en una venenosa como tú.”
“¿Pero qué pasó, mamá?” Anita se cubrió la cara, temblando por completo.
Sabia que su suegra nunca la habia aceptado.
Pero nunca antes había llegado al punto de golpearla.
Karina acarició la espalda de Laura y dio un paso adelante, con un tono de voz suave dijo: “Prima, no le guardes rencor a la tia por enfadarse tanto. ¿Sabes quién es la Srta. Yllescas?”
Anita estaba confundida y preguntó. “¿Qué quieres decir?”
“La Srta. Yllescas era la señorita de la familia Muñoz, debes estar al tanto de sus asuntos.” Continuó Karina: “La enfermedad de nuestro primo ha dejado sin respuestas a los doctores más renombrados, tanto nacionales como extranjeros, ¿de verdad crees que la Srta. Yllescas, que solo tiene dieciocho años, puede curar a nuestro primo? Además, he oido que… hasta la fecha, la Srta. Yllescas apenas reconoce algunas letras.”
Anita insistió: “¡Mamá, Kari, ustedes han malinterpretado a la Srta. Yllescas! Ella es una persona muy talentosa, esto es una receta que le preparó a Tomás, ¿acaso parece escrita por alguien que apenas reconoce las letras?”
Era una caligrafia hermosa.
Firme y con carácter, llena de una madurez sobria.
Karina entrecerró los ojos; las medicinas prescritas en la receta no tenían ningún efecto antiparasitario, solo servían para nutrir el cuerpo y fortalecer la mente.
Parecía que solo había sido un susto.
Realmente había pensado
que Gabriela, esa inútil, podia hacer algo grande.
Laura rasgó la receta que Anita le había entregado y señaló a su nuera: “¡No permitiré que mi hijo ingiera esas porquerías! ¡Te exijo que te vayas de la familia Limón inmediatamente!”
Anita temblaba por completo, “Mama! ¡Estás cortando la única esperanza de vida de Tomás!” Dijo ella.
“¡Zorra, cállate!” Laura le propinó otra bofetada, “¿Crees que no sé lo que tramas con Álvaro? ¡Ustedes quieren matar a Tomás para apoderarse de la fortuna de la familia Limón! ¡Te lo digo ya, mientras yo esté viva, jamás lo lograrán! ¡Nunca!”
“No es… yo no…” Anita lloraba desconsoladamente, “Yo deseo la recuperación de Tomás más que nadie, si fuera posible, daria mi propia vida a cambio de la suya.”
No eran palabras vacías.
Durante los años de matrimonio con Tomás, siempre habian estado muy unidos.
Karina, desde un lado, dijo: “Prima, entiendo tus sentimientos y sé que hay un dicho que reza: en la desesperación, uno se agarra a un clavo ardiendo. Pero la reputación de la Srta. Yllescas está en juego, ¿Cómo esperas que creamos en ella?”
“Fuera! Vete ahora mismo!” Laura señaló hacia la puerta
15:33
“En ese instante, Tomás en la cama de repente despertó, se sentó y tosió una gran cantidad de sangre fresca, que manchó las sábanas blancas.
“¡Tomás!”
“¡Tomás!”
Laura y Anita se lanzaron hacia él al mismo tiempo.
“Anita…” Tomás agarró la mano de Anita, débilmente dijo: “Lo siento, no pude protegerte.
Anita lloraba negando con la cabeza, “Estoy bien, no pasa nada…”
Al terminar, Tomás también miró a Laura, “Mamá, te ruego que no seas dura con Anita, me duele el corazón verte asi…”
Laura se secó las lágrimas, “Mi niño tonto, jesa mujer quiere matarte! ¿Cómo puedes seguir defendiéndola hasta ahora?”
Tomás habló con dificultad, “Mamá, has malinterpretado a Anita, ella no es ese tipo de persona. No hay necesidad de que por mí, que estoy a punto de morir, dañen su relación. Mamá, deseo que después de que yo me vaya, puedas ver a Anita como a tu propia hija…
“¡No vas a morir, tonto! ¡No vas a morir!” Laura lloró en voz alta,
Tomás continuó diciendo: “Conozco mi propio cuerpo, de una forma u otra, la muerte es inevitable. Por favor, déjame probar el remedio de la Srta. Yllescas, si no, ni siquiera en la muerte encontraré paz…”