Gabriela camino apresuradamente hacia su tio y dijo, “Tio, ¿cómo es que viniste?”
Sergio respondió. “Tu mamá dijo que no es seguro para una chica caminar sola por la noche, me pidió que viniera a buscarte.”
Gabriela asintió, sintiendo algo extraño en su corazón.
Siendo una persona fuerte, siempre fue ella quien protegió a los demás, esa era la primera vez que un miembro de la familia la protegia…
Esa sensación
era extraña en ella,
pero no le desagradaba.
“Entonces, ¿vamos a ese lugar esta noche?” Sergio continuó.
Gabriela sabia muy bien a qué se referia con “ese lugar” y dijo, “Vamos!”
Gabriela necesitaba dinero urgentemente, quería comprar un teléfono móvil, una computadora, mejorar su equipo… y además mudarse del sótano.
Con un teléfono y una computadora, podría hacer grandes cosas.
La forma más rápida de ganar dinero era el casino.
Sergio dijo emocionado: “¡Vamos! Esta noche, tú y yo vamos a dejar ese lugar patas arriba.”
Ambos avanzaron con decisión hacia el casino.
El lugar estaba tan abarrotado como siempre.
Sin embargo, esa noche la suerte de Gabriela no parecía estar de su lado.
Perdió seis veces seguidas.
Solo ganó una vez.
Sergio miró preocupado a Gabriela y le dijo, “Sobrina Gabi, ¿qué te pasa hoy que no estás en tu mejor forma?”
Gabriela respondió despreocupada: “El que siempre gana en el juego es un santo, ¡yo solo soy unal persona normal!”
¿Una persona normal ganaría más de diez veces seguidas la noche anterior?
Sergio se rascó la cabeza.
Sospechaba que Gabriela lo estaba engañando, pero no tenía pruebas.
“¿Por qué estás perdiendo tanto? Anoche estabas increible.” La mirada de Roberto pasó casualmente por allí, frunciendo ligeramente el ceño con una expresión de disgusto en sus ojos.
Desde el incidente con la familia Muñoz, lo había visto en ese lugar dos noches seguidas. ¡No podia creer que fuera una coincidencia!
Al lado de Roberto había otra figura, envuelta en un aura fria y distante. La figura era intimidante, que hacía que la gente no se atreviera a mirarla directamente.
Al oir las palabras de Roberto, su mano que sostenia un rosario se detuvo. Sus nudillos, como jade, se enganchan con las cuentas de color oscuro, con líneas distintas y una apariencia especialmente
atractiva.
“Lo hace a propósito.” Dijo Sebastián, que estaba al lado de Roberto. Dijo eso mientras levantaba ligeramente la mirada. Debido a que llevaba un sombrero, solo se podía ver una parte de su barbilla de tez clara.
“¿Lo hace a propósito?” Preguntó Roberto, algo confundido.
“Ella ha perdido seis veces, pero el dinero que perdió en esas seis veces no es ni la mitad de lo que ganó esa única vez.” Argumentó Sebastián.
Roberto lo miró con incredulidad, y luego lo entendió, “¿Tiene miedo de llamar la atención del casino?”
Sebastián asintió levemente.
Roberto se tocó la barbilla y dijo, “Estoy seguro de que Gabriela está jugando al gato y al ratón con nosotros. Hermano Sebas, tienes que tener cuidado de no caer en su trampa!”
De hecho, ¿qué habilidades de juego podía tener Gabriela?
Solo tenía a alguien dándole consejos por detrás. Si no se equivocaba, la persona que daba los consejos era el tio de Gabriela.
Seguramente Sergio se hacía pasar por un jugador mediocre para que Gabriela llamara la atención y asi otros se fijaran en ella.
Sebastián giró su rosario, levantando la vista hacia Roberto y dijo. “¿Crees que soy como tú?”
Roberto era un hombre que disfrutaba del juego, no le importaba si era ético o no.
Describirlo como un playboy no era exagerar.
Sebastián era todo lo contrario.
Roberto reflexionó por un momento y dijo, “Hermano Sebas, no todas las mujeres son como Gabriela, espero que no hayas desarrollado un miedo a las mujeres por ella. Por ejemplo, la verdadera heredera de la familia Muñoz, la señorita Muñoz. Ella es especialmente amable, estoy seguro de que anulará su compromiso, debe haber algún malentendido…”
Roberto admiraba a Yolanda.
Aunque Yolanda creció en una familia pobre, mantenía la elegancia de una dama de buena familia. Frente a la falsa hermana que le había robado todo desde pequeña, todavia podia elegir perdonar. No solo eso, sino que también tenia un corazón grande para los niños sin hogar.
Yolanda era tan pura como una hoja de papel sin mancha del mundo mundano.
En comparación con ella, Gabriela estaba lejos de ser su igual.
“Yolanda es la clase de persona que es, los hechos hablan más que las palabras,” dijo Sebastián con un tono indiferente
Roberto frunció el ceño y replicó, “hermano Sebas, te aseguro que la señorita Muñoz no es ese tipo de persona. A veces no solo los oidos engañan, también lo hacen los ojos. Creo que deberías conocerla un poco más. No puedes juzgar a todos con la misma vara, por un malentendido, podrias estar perdiendo la oportunidad de conocer a la señorita Muñoz.”