Se la pasó bastante bien y tranquilo, como si estuviera de paseo por las tiendas.
Sergio se dio la vuelta, y con un tono lleno de rabia dijo: “Gabriela Muñoz, te has vuelto loca o qué! ¿Qué haces siguiéndome?”
Gabriela sonno ligeramente, “Tio, me apellido Yllescas y me llamo Gabriela Yllescas. Además, esta calle no es de tu propiedad, si tú puedes caminar por ella, yo también puedo.”
Sergio se atragantó, y siguió caminando mientras refunfuñaba.
En un rato, llegaron a un lugar lleno de luces brillantes.
Era el casino subterráneo más grande de Capital Nube.
Antes de entrar, Sergio juntó las manos y rezó con devoción: “¡Virgen Maria, bendiceme! ¡Virgen María, bendiceme! Que me llegue la buena suerte. Cuando gane mucho dinero, te traeré ofrendas y dinero.”
El casino estaba lleno de humo y de gente de todo tipo.
Los que ganaban dinero estaban eufóricos.
Los que perdían no podían contener su tristeza.
Sergio era un cliente habitual del casino, por lo que nada más acceder al lugar, algunos lo saludaron,
¡Ahi viene hermano Sergi!”
*¡Qué tal hermano Sergi!”
“Hermano Sergi, ¿quién es ella? ¿Una pariente tuya?”
Fue entonces cuando Sergio se dio cuenta de que Gabriela había seguido sus pasos hasta el casino. Dio unos pasos hacia atrás para mantener distancia, “¡No la conozco! ¡No tengo nada que ver con ella!”
Pero Gabriela no se molestó y siguió a Sergio hasta una mesa de apuestas en el fondo..
La gente gritaba hasta ponerse roja y afónica, “Grande! ¡Tiene que ser grande!”
El crupier levantó la tapa que cubría los dados y dijo sonriendo: “Tres, uno, cinco. ¡Pequeno!”
“¡Mierda, cómo que salió pequeño!”
“¡Vaya mala suerte!”
El crupier preparó los dados para la siguiente ronda, apareciendo áreas para apostar y también se podían elegir números específicos. ¡Cuanto más números acertaras, más dinero ganabas!
Gabriela, con el oído atento, se concentró en el sonido de los dados chocando dentro del recipiente.
Sergio, muy cauteloso, apostó a pequeño y eligió algunos números, luego juntó las manos y oró por la
bendición divina.
“Tio, apuesta a grande, pon en él cinco, seis y uno‘, le susurró Gabriela.
Sergio la miró con desdén, sin ocultar su desprecio.
¿quién se creia que era esa chiquilla?
Con esa seguridad, ¿pensaba que era una especie de diosa de las apuestas?
*¡Qué chiste!
14.00
Después de que todos apostaran, el crupier reveló el resultado: “Cinco, seis, uno, ¡grandel
Sergio miró a Gabriela con cierta sorpresa.
No se lo podia creer, la niña lo habia adivinado.
¡Qué potra!
Tratando de calmarse, Sergio siguió apostando.
Gabriela añadió: “Tio, te equivocaste otra vez. De nuevo caerá en grande, en los números: seis, seis,
uno.”
Cuando el crupier anunció el resultado, Sergio se quedó boquiabierto.
Era exactamente como le había dicho su sobrina.
¿Ella lo había adivinado otra vez?
Sergio tragó saliva con dificultad.
En la tercera ronda, Sergio volvió a apostar a pequeño.
No podía creer que, con años de experiencia, iba a ser menos que una niña.
Gabriela dijo sonriendo: “Esta vez es grande, seis, cuatro, uno.”
No podía ser, ¡eso era imposible!
¿Cómo podía Gabriela acertar cada vez? ¿Siempre era grande?
Sergio miró fijamente la mano del crupier sobre el recipiente de los dados.
¡Tenía que ser pequeño!
¡Tenía que ser! This content is © NôvelDrama.Org.
No podía perder contra esa mocosa llamada Gabriela.
¡Tenía que recuperar el control de la situación!
Cuando levantaron la tapa del recipiente, el ya pálido Sergio se puso aún más blanco.
Gabriela había acertado otra vez.
A pesar de que Gabriela había acertado tres veces seguidas, Sergio todavía no creia en ella.
En un abrir y cerrar de ojos, solo le quedaban trescientos pesos de su salario. Si perdia otra vez, estaría acabado.
Si las últimas veces habían sido todas grandes, esta vez tenia que ser grande también. No podía seguir eligiendo pequeño.
¡Apostó a grande!
Justo cuando estaba a punto de hacer su apuesta, la voz de Gabriela volvió a aparecer en el aire, “Tio, esta vez no va a ser ‘grande‘. Elige ‘pequeño, y apuesta al tres, al uno y al cuatro.”