Yolanda miró en la dirección en la que se había ido Gabriela, con los ojos llenos de una luz maliciosa. En esta vida, ella iba a ser la reina de la escuela, ila hija predilecta de la familia Muñoz también era ella! Gabriela era solo una plebeya, sin ningún derecho para desafiarla,
Incluso si Gabriela había dejado a los Muñoz, no podría escapar del destino de ser un simple peldaño para ella.
Después de haber renacido, Yolanda había perfeccionado su actuación. Parecía que realmente le costaba dejar ir a Gabriela.
¡Alejandra estaba bastante desolada!
Esta joven era buena en todo, solo que demasiado amable.
Gabriela le había quitado todo, y aún así, no podía soportar abandonar a esa inútil, hasta había sugerido tratarla como a una hermana…
“Mi niña, como tu madre sé que tienes un buen corazón, que te duele verla marcharse, pero ella no vale la pena. Gabriela es una ingrata, dijo Alejandra, y luego añadió: “Oye Yoli, tu madre adoptiva… ¿cómo ha sido tu relación con tu madre adoptiva durante todos estos años?”
“En mi primer año de secundaria, casi me expulsan porque mi madre adoptiva no pagó mi matrícula. Solo me quédé porque tenía buen rendimiento y el director eliminó mis cuotas y me admitió de manera excepcional. Cuando estaba en la primaria, todos decían que era una bastarda que nadie quería…” Al final, Yolanda rompió a llorar.
La verdad era que su madre adoptiva la habia tratado muy bien, nunca había sufrido y la mimaba demasiado.
Incluso sabiendo que Yolanda no era su hija biológica, le preocupaba que sufriera al volver con la familia Muñoz, así que le dio todos sus ahorros para que Yolanda pudiera impresionarlos.
Yolanda se sentía segura al tergiversar la verdad porque nadie aqui conocía la realidad.
Después de todo, en este mundo, la maldad resaltaba la bondad.
Se necesitaban hojas verdes para resaltar una flor roja.
Esos seres inferiores nacían solo para resaltar su existencia. NôvelDrama.Org © content.
Cuando Yolanda terminó de hablar, todos a su alrededor parecían enojados.
Según lo que decía Yolanda, todo el asunto del cambio de bebés había sido orquestado por su madre adoptiva.
Era un plan premeditado para cambiar al heredero.
De lo contrario, ¿cómo podría su madre adoptiva no pagar por su educación?
Quería que Yolanda se convirtiera en una inútil sin educación.
Era despreciable.
Alejandra la abrazó llorando, “Mi pobre niña, ¿cómo pudo tratarte de esa manera? Es demasiado cruel…”
Yolanda le dio una palmadita en el hombro a Alejandra, con un tono triste, “No Importa, ya me acostumbré a lo largo de estos años, después de todo, no soy su hija biológica…”
“Mi niña, has sufrido demasiado…” Alejandra abrazó a Yolanda, su rostro lleno de culpa y compasión.
En un rincón donde nadie podia verla, Yolanda soltó una leve sonrisa satisfactoria.
Había logrado su objetivo.
Todo en esta vida estaba bajo su control.
Aquel misterioso magnate también la estaría observando desde las sombras.
Gabriela, siguiendo los recuerdos del cuerpo original, encontró directamente la dirección de Sofía, la madre de la dueña original.
Sofia vivia en el sótano más barato de Capital Nube.
El lugar estaba sucio, desordenado, oscuro y no se podía ver la luz del día, con un olor a moho por todas partes.
Era la hora de la cena, y todas las familias, ancianos y niños, estaban parados en la puerta comiendo, mirando a Gabriela con curiosidad evidente en sus ojos.
Nadie en este barrio de chabolas había visto antes a alguien como Gabriela.
La dueña original no solo llevaba un maquillaje excesivo, sino que todo su ser desprendia un aire sombrio y paranoico que opacaba su propia luz.
Gabriela era distinta, una magnate de la tecnología que todos temian. Incluso los líderes de otros. mundos le daban su espacio. Aunque ahora estaba maquillada hasta el extremo, desprendía un aura de superioridad que nadie más podía imitar.
Con la mirada de todos encima, se acercó a la puerta cerrada y la tocó.
“Toc, toc, toc.”
Pasó un buen rato antes de que finalmente la abrieran.
Gabriela se encontró con una mujer de mediana edad, pálida y con un aspecto enfermizo, que despertaba una especie de compasión a primera vista.
“¿Tú, tú eres Gabi?” Sofía la miró sorprendida, perpleja por un momento, con una incredulidad total ent sus ojos.